Ella era un dragón. Un dragón hembra ¿o no se llaman así lo que todo el mundo diría "dragona"?
Definitivamente ella era un dragón.
--¿ Así que estás cocinando?, musitó tras una copa de sangría aquella calurosa noche de verano mientras yo sudaba gestionando la última barbacoa de agosto.
Parecía cómoda ante tanto calor, y yo, ingenuo de mí, no supe percibir sus ojos almendrados ni su pupila tiltilante.
Dias después, cuando supe que era un dragón, no pude evitar entregarme a sus abrazos y mientras lo hacía, pensaba qué muerte me gustaría más, si abrasado entre sus garras o devorado por su
lengua de fuego.