¿Serías capaz de descontracturarme el corazón?, estuve tentado de preguntarle, pero después de reunir el suficiente valor como para llamar, no era capaz de una pregunta tan directa.
No eróticos. Esa aseveración terminó de aclarar mis dudas. No era eso lo que buscaba, no tenía nada que ver con el sexo. El sexo de pago solo conseguía vaciarme tres cosas, la cartera, las pelotas y el corazón, y ninguna de esas tres justificaba el repetir.
No, no era eso lo que buscaba.
Cuando Violeta apareció mi rostro debió iluminarse.
-Bonito nombre, acerté a decirle.
- Es Italiano, contestó ella con una mezcla de frialdad e indiferencia. Timidez acaso.
Su cuerpo era menudo, bien proporcionado. El cabello era negro, tiznado, zahíno, cimentado en unas pobladas cejas tan oscuras como sus ojos que pese a la profundidad, siempre me parecieron cansados, como con ganas de salir de ahí.
Sus manos sin embargo eran nervudas y sarmentosas. Sus dedos empezaban en las bases de las muñecas, convirtiendo sus herramientas de trabajo en un poderoso instrumento a punto para ser tocado sin posibilidad de desafinar.
Olía a azahar, cítrica, aurántica.
Mientras deshacía aceites aromáticos en las palmas de sus manos y atemperaba la mezcla con el poder del que se sabía dueña, me invitó a tumbarme en la camilla boca abajo. Su orden ejerció en mi el efecto de una gota de adrenalina directa al corazón.
Intenté no pensar en otra cosa que el contacto de sus manos en mi cuerpo. Intenté captar la textura y retenerla en mi memoria como aquellos abrazos a los que no tenía derecho y que tanta falta me hacían.
No había abrazos de pago en el mercado.
No hay nada en el mercado que vacíe la cartera a cambio de llenarte el corazón.
(Dedicado a M.V. quién tras numerosos guiños, es capaz de convertir mis lagrimas en perlas)
1 comentario:
Aún dudas que el corazón has de llenarlo tu solo?
Muy bonito.
Publicar un comentario