Lo que más me despistó de Sofía fue su aparente dominio de la situación. Era fría como el acero y letal como el cianuro. La muerte entre sus brazos debía ser un dulce sueño inducido como una intoxicación con monóxido de carbono.
Tardé una noche en darme cuenta que en realidad en ella dominaba su parte masculina y que por eso su estrategia era la del cazador: "I win, you loose."
Me estaba bien empleado por haberme aprovechado siempre de mi lado femenino y ahora me pagaban con la misma moneda pero desde el otro lado de la cama.
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