domingo, 19 de diciembre de 2010
Cuando
¿Cuando perfumarás mi lecho
como haces con el tuyo día a día?
¿Cuando esa mano fría
peinará los vellos de mi pecho?
¿Cuando liberarás tus ojos lagrimales
inundando de vida tus mejillas?
¿Cuando tu alma y la mía iguales
trenzarán sus caminos de por vida?
¿Cuando acariciarás mi aliento?
¿Cuando será de día?
¿Cuando amainará el viento?
¿Cuando serás mía?
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Como
Como te echo de menos.
Y aún no te conozco.
Como añoro tus abrazos.
Como ansío poder simplemente pasear de tu mano.
No es nada, no quiero molestarte, no quiero importunarte.
Pienso que si te pienso te perturbo.
Pero me duele.
Me duele esperar.
Me duele respirar.
Tengo tantos abrazos dentro que al escapar alguno su rozadura me llaga.
Como me gustaría tener cincuenta años por delante para dedicártelos.
Como te echo de menos.
lunes, 20 de septiembre de 2010
El abrazo del dragón.
Ella era un dragón. Un dragón hembra ¿o no se llaman así lo que todo el mundo diría "dragona"?
Definitivamente ella era un dragón.
--¿ Así que estás cocinando?, musitó tras una copa de sangría aquella calurosa noche de verano mientras yo sudaba gestionando la última barbacoa de agosto.
Parecía cómoda ante tanto calor, y yo, ingenuo de mí, no supe percibir sus ojos almendrados ni su pupila tiltilante.
Dias después, cuando supe que era un dragón, no pude evitar entregarme a sus abrazos y mientras lo hacía, pensaba qué muerte me gustaría más, si abrasado entre sus garras o devorado por su lengua de fuego.
martes, 27 de abril de 2010
Violeta Nerolí
¿Serías capaz de descontracturarme el corazón?, estuve tentado de preguntarle, pero después de reunir el suficiente valor como para llamar, no era capaz de una pregunta tan directa.
No eróticos. Esa aseveración terminó de aclarar mis dudas. No era eso lo que buscaba, no tenía nada que ver con el sexo. El sexo de pago solo conseguía vaciarme tres cosas, la cartera, las pelotas y el corazón, y ninguna de esas tres justificaba el repetir.
No, no era eso lo que buscaba.
Cuando Violeta apareció mi rostro debió iluminarse.
-Bonito nombre, acerté a decirle.
- Es Italiano, contestó ella con una mezcla de frialdad e indiferencia. Timidez acaso.
Su cuerpo era menudo, bien proporcionado. El cabello era negro, tiznado, zahíno, cimentado en unas pobladas cejas tan oscuras como sus ojos que pese a la profundidad, siempre me parecieron cansados, como con ganas de salir de ahí.
Sus manos sin embargo eran nervudas y sarmentosas. Sus dedos empezaban en las bases de las muñecas, convirtiendo sus herramientas de trabajo en un poderoso instrumento a punto para ser tocado sin posibilidad de desafinar.
Olía a azahar, cítrica, aurántica.
Mientras deshacía aceites aromáticos en las palmas de sus manos y atemperaba la mezcla con el poder del que se sabía dueña, me invitó a tumbarme en la camilla boca abajo. Su orden ejerció en mi el efecto de una gota de adrenalina directa al corazón.
Intenté no pensar en otra cosa que el contacto de sus manos en mi cuerpo. Intenté captar la textura y retenerla en mi memoria como aquellos abrazos a los que no tenía derecho y que tanta falta me hacían.
No había abrazos de pago en el mercado.
No hay nada en el mercado que vacíe la cartera a cambio de llenarte el corazón.
(Dedicado a M.V. quién tras numerosos guiños, es capaz de convertir mis lagrimas en perlas)
viernes, 16 de abril de 2010
¿Quien soy?
Grecia, mil años antes de Jesucristo.
Esa era mi época. Yo me vi como un anciano maestro, calvo de pelo canoso y con barba, vestido con túnica y dando clases en mi propia academia. Enseñaba a mis alumnos filosofía y matemáticas, y lo más importante “la verdad directamente revelada” (en realidad pienso que lo de las matemáticas y la filosofía era la tapadera para lo que realmente importaba). Recuerdo que me dijiste que yo era un maestro de lo “divino y de lo humano” y así toma eso sentido.
Recuerdo un ambiente de complicidad y amistad con mis discípulos.
Algo sucedió y uno de mis alumnos me denunció a las autoridades quienes me detuvieron. Tras un periodo en un calabozo fui ejecutado por traición.
Qué sucedió: No puedo saber qué sucedió para que uno de mis alumnos me denunciara, lo que sí encontramos fue que en un momento de mis enseñanzas de La Verdad (era un término que salía recurrentemente “La Verdad”), yo dudé de La Fuente y además me permití juzgarla (y naturalmente condenarla). Ese juicio y esa duda me llevaron a cortar el canal que me revelaba la verdad de manera directa y luego de manera inmediata surgió lo del alumno delator.
Recuerdo que en el momento del prendimiento estábamos mis alumnos y yo sentados en una gran mesa compartiendo una comida (la escena me recordó la última cena). Tras el alboroto inicial, quedamos solos yo y una joven mujer quién me acompañó todo el tiempo hasta mi detención por el ejercito.
Esa mujer la sentí como una hija o como una colaboradora a quién pedí que debía continuar con la academia y sus enseñanzas en mi ausencia.
Tras un breve periodo en una mazmorra, llegó el momento de la ejecución (me cortaron la cabeza en un cadalso), veía a la mujer llorar desesperada y así a muchos de mis alumnos quienes gritaban sin consuelo. Yo estaba extraordinariamente tranquilo pues sabía lo que me esperaba y no lo temía (era como si fuera consciente del castigo a pagar por dudar de La Fuente). Viví el momento de la ejecución desde el alma, quién se situó junto al cuerpo pero fuera de él.
Tras la ejecución decidí “pegarme” para siempre a la mujer y de hecho la acompañé durante toda su vida. Una vez muerto, mi alma dictó toda mi sabiduría a la mujer quién copió mis enseñanzas en unas tablillas.
Esa mujer no pudo continuar con la academia pues la consideración que las mujeres tenían en aquella época no le permitía tal cosa, y ninguno de mis discípulos varones quiso continuar mi escuela.
Ya anciana, la mujer murió en un terremoto, o revolución o algo así (vi piedras y construcciones caer y fuego), y en ese tumulto se perdieron también las tablillas con mis enseñanzas.
Una vez muerta ella, su alma y la mía, fueron juntas hacia la luz
jueves, 11 de febrero de 2010
Y soplaré y soplaré y tu casita derribaré.
Después de aquello con el lobo, los tres cerditos, todavía sin resuello, decidieron sacar sus cajitas diamantinas y comprobar cada uno lo que había en ellas.
- Pues en la mía, que siempre está completamente llena, tengo miedo o amor. No se si están a partes iguales, o si hay más amor o más miedo; solo se que lo que no ocupa uno lo llena el otro. Cada espacio que deja el miedo lo ocupa el amor y viceversa.
- En la mía por contra hay esperanza y olvido. Antes todo era la primera, hoy todo es lo segundo.
- Pues yo creía que en la mía había temblor o respiración. O tiemblo o respiro, o respiro o tiemblo. Pero ¿hay diferencia entre temblor, miedo y olvido? ¿Es lo mismo el amor que la esperanza? ¿Es eso respirar?
También se puede temblar amor, respirar miedo y esperar olvido.
Amor, miedo, esperanza, olvido, temblor, respiración.
Temer, esperar, temblar, respirar, olvidar, amar.
El camino, la verdad, la vida.
domingo, 31 de enero de 2010
La luna sin ti. (a M. siempre a M.)
viernes, 29 de enero de 2010
El otro lado de la cama (dedicado a M.)
Lo que más me despistó de Sofía fue su aparente dominio de la situación. Era fría como el acero y letal como el cianuro. La muerte entre sus brazos debía ser un dulce sueño inducido como una intoxicación con monóxido de carbono.
Tardé una noche en darme cuenta que en realidad en ella dominaba su parte masculina y que por eso su estrategia era la del cazador: "I win, you loose."
Me estaba bien empleado por haberme aprovechado siempre de mi lado femenino y ahora me pagaban con la misma moneda pero desde el otro lado de la cama.