Era tarde. Se había hecho tarde después de una mañana tan tensa. No sonó el despertador a las cinco y media de la mañana porque ella no lo dejó sonar. Sus nervios. Sus ganas de terminar pronto aquella tortura en que se había convertido el final de la carrera. Derecho Procesal Civil, menudo tostón. El procedimiento monitoro, menuda preguntita.
Por fín había conseguido quitarse de encima aquel trámite horrible en que se había convertido cada minuto que pasaba en la facultad. No podía soportar tanto niñato con pelo engominado, camisa Polo Ralph Laurent arremangada y náuticos sin calcetines que solo se le arrimaban para vacilarle. ¿Tienes fuego? Creo que voy a vomitar.
Pero gozosamente había llegado el trocito de día que se había reservado para ella. Había quedado con Paco en aquel lugar de nombre tan ordinario y de ubicación tan dura como en medio de un polígono. Cuando llegó se quedó sorprendidísima del buen gusto de las instalaciones. Moderno, luminoso, sensual, minimalista y a la vez grandilocuente.
Paco no dejaba de sorprenderla de modo que casi se atrevió a pensar que él no podía haberla citado en un lugar vulgar.
Ahora le quedaba el resto del día para ella y su gozo particular. Estaba junto a su nuevo juguete portátil enviando correos electrónicos y pensó: primero un roce de neuronas a un nivel que casi me hará cosquillas, que placer. Después un poco de ejercicio aeróbico, que placer. Finalmente dormiré como una princesa, que placer.
(dedicado a SIT, princesa por derecho própio)
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